10 julio 2008

¿Un nuevo anestésico?


Para leer esta noticia cientifica:

Un grupo de científicos ha estado estudiando un compuesto que es el encargado de otorgarle el sabor picante a los chiles que insensibiliza las terminaciones nerviosas responsables del dolor —aunque sin afectar a las capacidades motoras de las neuronas— y lo consideran un potencial anestésico.
El QX-314 actúa desde el interior de las neuronas, siéndole difícil actuar desde el exterior. De este modo reduce la actividad de las neuronas que nos causan dolor. Unido a otro elemento, la capsaicina, podría resultar un anestésico muy eficaz en los tratamientos médicos.
Experimentando con ratas los científicos llevaron a cabo muchas pruebas. Una de ellas consistió en inyectarles el QX-314 y capsaicina en las patas, y colocarlas sobre una superficie caliente. El calor se elevó hasta el máximo, y las ratas nunca dieron muestras de experimentar dolor.
Este anestésico puede resultar de mucha ayuda en varios casos. El primero que se viene a la mente de uno es el de una embarazada, que se vería muy beneficiada con este anestésico, siendo capaz de controlar el movimiento de sus piernas y sentir el nacimiento del bebé sin sentir ningún dolor.
El combinado, entonces, se basa en un componente de la guindilla (capsaicina) y en un derivado de la lidocaína y, por ahora, ha demostrado su eficacia en ratas.
En 1864, un dentista de Boston probó por primera vez la eficacia del éter como anestésico para una operación. Gilbert Abbott, un empleado de imprenta con un tumor vascular en la mandíbula, se despertó de su operación y confirmó que no había sentido el mínimo dolor. Ahora, investigadores de aquel mismo hospital, el Massachusetts General Hospital, han dado un paso más en la anestesia.
“Esta estrategia podría ser ventajosa para generar anestesia local cuando deseen preservarse las respuestas motoras y autonómicas y las sensaciones no dolorosas, como en el parto y en algunas intervenciones dentales, así como en el tratamiento de algunos dolores crónicos como la neuralgia posherpética”, resumen los autores en el último número de la revista ‘Nature’ acerca de su hallazgo.
El problema de los anestésicos locales que existen actualmente es que actúan indiscriminadamente sobre todo tipo de neuronas. Bloquean los canales de sodio, unas proteínas presentes en la membrana de las células y responsables de la transmisión de la señal dolorosa (cuando el sodio atraviesa estos canales, la célula nerviosa se excita y le pasa la ’señal de alarma’ a la siguiente). El problema es que estos canales no sólo están presentes en las células responsables del dolor (nociceptivas), así que además de no sentir el dolor se bloquean otras señales. De ahí el entumecimiento y parálisis.
Los autores de la nueva investigación decidieron centrarse en un canal exclusivo de las neuronas nociceptivas: el TRPV1. Se trata de un gran canal que se activa cuando las células se exponen a un calor desagradable o al ingrediente activo de las guindillas, la capsaicina.
Para bloquear estos canales, hicieron un combinado de un anestésico (QX-314) y la capsaicina. El QX-314 es un derivado de la lidocaína (un anestésico local), pero no se usa en la práctica clínica, pues es incapaz de atravesar por sí solo la membrana celular. Es decir, que su potencial analgésico suele resultar un tanto inútil. Pero en este caso, la capsaicina ejerció de llave: al activarse el canal TRPV1, el anestésico pudo penetrar en la neurona a través de él y bloquearla. Como el QX-314 sólo tenía una ‘llave’ para las células responsables de la señal de dolor, era incapaz de bloquear otras neuronas.
De todos modos, el autor de un comentario que acompaña a este estudio advierte: “Antes de que nos dejemos llevar, debe demostrarse que el truco del TRPV1 funciona en humanos”.
Los propios autores reconocen que deben mejorar su preparado para, por ejemplo, evitar la sensación de calor que se produce nada más administrar el compuesto. “Somos optimistas: este método podría aplicarse en un futuro en humanos y cambiar nuestra experiencia durante procedimientos que van desde la cirugía de rodilla a las extracciones de dientes”, señala Clifford Woolf, uno de los firmantes del trabajo.

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