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Juan Ciudad nació el 8 de marzo de 1495 en la portuguesa localidad de Montemor o Novo (Évora). Aunque no están claros muchos de sus datos biográficos, se sabe que era hijo de una familia muy piadosa. Huérfano de madre siendo todavía un niño, su padre acabó ingresando en un monasterio. A los ocho años de edad, un clérigo lo lleva a España, concretamente al pueblo toledano de Oropesa, donde fue acogido por la familia de Francisco Mayoral, a la cual sirvió como pastor de su ganado durante casi veinte años. Siendo un joven mozo decidió alistarse en el ejército, sirviendo en la Compañía del Conde de Oropesa, al servicio del Emperador Carlos V. Intervino en la batalla de Fuenterrabía, localidad fronteriza que había sido atacada por Francisco I, rey de Francia. Algo no debió salir bien porque Juan estuvo a punto de morir ahorcado. Tras volver a Oropesa, es llamado de nuevo para servir al Emperador en la batalla contra los turcos en Viena (Austria). Regresó a la península por mar, entrando por Galicia, de donde fue a su pueblo natal sin encontrar a nadie conocido allá. Otra vez en España, llevó una vida errante por Sevilla, Ceuta, Gibraltar y finalmente Granada, donde se dedicó a vender libros de caballería y religiosos. En Granada fue donde el 20 de enero de 1539 Juan Ciudad se convirtió en San Juan de Dios. San Juan de Ávila predicó aquel día en el emeritorio del Campo de los Mártires, a la vera de la Alhambra. De la predicación de Juan de Ávila, vendría la conversión de Juan de Dios. Al principio le tomaron por loco, incluso hubo gente que le tiró piedras. El vendedor de libros salió del eremitorio y revolcándose por el suelo se puso a gritar “Misericordia, Señor, que soy un pecador”. Al continuar comportándose de forma poco comedida provocó que le encerraran en el Hospital Real de Granada. Precisamente fue en este hospital donde San Juan de Dios tuvo oportunidad de ver el mal trato que se dispensaba a los enfermos, especialmente los que sufrían trastornos psiquiátricos. Cuando el propio San Juan de Ávila se enteró de que estaba recluido allá, fue a verle y logró sacarle. San Juan pasó a ser entonces discípulo de San Juan de Ávila, quien supo orientar todas las energías del converso hacia la buena obra que habría de emprender. Bajo el consejo de dicho mentor, peregrinó al Santuario de la Virgen de Guadalupe. A su vuelta permaneció con su maestro durante un tiempo en Baeza, antes de regresar a Granada, donde comenzó su obra de atención a pobres, enfermos y necesitados. Empezó como quien dice de la nada. Trabajaba, pedía, recogía a los pobres, se entregaba a ellos. Al principio de forma solitaria, mas poco a poco se le fueron uniendo otras personas, voluntarios y bienhechores. San Juan supo ver que la mejor medicina para los enfermos a los que recogía era el amor. El buen trato llegaba a donde no podían llegar los conocimientos médicos de la época. Enseñó con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles el alma con amor, si se quiere obtener la curación de su cuerpo. El 3 de julio de 1549 su hospital se prendió fuego. San Juan fue el primero en jugarse la vida para salvar a los enfermos que estaban dentro. Desde entonces adquirió fama de santidad. En enero del año siguiente, tras salvar a un joven que se estaba ahogando en el río Genil, enfermó gravemente. El 8 de marzo de 1550, falleció. Había trabajado durante diez años hasta la extenuación, dirigiendo su hospital de pobres. Y aquel que había sido apedreado como un loco, fue acompañado al cementerio por todo el pueblo. Es beatificado el día 21 de septiembre de 1630 y canonizado el día 15 de julio de 1691, siendo declarado Patrón de los Enfermos y de sus Asociaciones en 1930. Es también Patrón de la Enfermería y de los Bomberos.
15 marzo 2009
Vida de San Juan de Dios (El hombre que supo amar)
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