El descubrimiento del óxido nitroso, adjudicado al químico angloamericano Joseph Priestley, motivó que a partir de sus particulares efectos sobre los seres humanos, se generaran demostraciones públicas y privadas con la finalidad de entretener y divertir a los espectadores. Denominado “gas hilarante” por Humprey Davy (1778-1829), causaba un estado de desinhibición, incluyendo personalidades por demás parcas, que comenzaban a bailar, correr o reírse sin parar. A mediados del 1800, con el único fin de divertir a la gente, se presentaban en los pueblos del interior de EEUU, diversos espectáculos protagonizados por charlatanes, que recurrían al uso del óxido nitroso, para desinhibir la conducta de mujeres o algún conspicuo personaje del pueblo que, invitados a subir al escenario, hacían payasadas frente a sus vecinos, bajo los efectos del gas. También existían similares espectáculos bajos los efectos del vapor del éter, que provocaba un efecto similar a la embriaguez alcohólica. En estas presentaciones, no se prestó atención al efecto anestésico que estos agentes inducían ante los golpes que los espectadores sufrían al caer producto de su euforia o borrachera. Sin embargo varios investigadores habían observado con anterioridad este efecto, entre ellos Faraday (1818), Goodman (1833), Jackson (1833), Word & Bache (1834), pero a ninguno de ellos se les ocurrió que estas drogas podrían resultar útiles en la cirugía, que en ese entonces estaba limitada a operaciones “superficiales” y amputaciones. Para estas situaciones, el dolor se paliaba con la ingesta de alcohol, planta de cáñamo, mandrágora (delirio atropínico) o whisky, entre otros.
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14 mayo 2009
Historia de la Anestesia Obstétrica
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